Oremos por todas las vidas que se han perdido

JOSU IRIONDO
El Diario la Prensa/31 mar 2011
JOSU IRIONDO Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Nueva York.

Han pasado ya cinco años desde la muerte de mi amigo, el Obispo Francisco Garmendia. El Obispo llegó a Nueva York siendo un sacerdote en 1964. En su primera homilía dijo a sus feligreses: “Sus alegrías serán mis alegrías, y sus penas serán mis penas”. Su generosidad, compromiso y dedicación a los más desafortunados sigue siendo un ejemplo para quienes siguen sus pasos.

Si él estuviera vivo y sano, sé que él hubiese dirigido una de sus procesiones públicas para conmemorar la tragedia ocurrida hace 21 años en el club social Happy Land.

Esa madrugada fatal en 1990, un poco de gasolina y dos cerillos iniciaron el fuego que destruyó adonde 94 personas se divertían y 87 de ellos murieron.

El 26 de marzo de 1990, el arzobispo de Nueva York, el Cardenal John O’Connor, y el Obispo Garmendia, pastor de la Iglesia Santo Tomás de Aquino en Crotona Parkway, dirigieron un servicio de oración frente a los escombros de Happy Land. Allí rezaron por los fallecidos y consolaron la comunidad sobreviviente.

Las 87 muertes fueron parte de una tragedia de las personas de diferentes herencias, incluyendo los hondureños, Garifunans, puertorriqueños y otros neoyorquinos.

Todos tenían familias y amigos que los amaban y quieren y los extrañan mucho.

En el 10mo aniversario de la tragedia de Happy Land, el Obispo Garmendia pidió a la feligresía “Den un gran aplauso para esos ángeles que ahora están entre nosotros”.

Yo invito a todos aquellos que rendieron homenaje en la Plaza Ochenta y Siete este año, que recuerden también las bendiciones psicológicas y concretas impartidas por el Obispo Garmendia durante ese momento difícil y los años siguientes.

El amor y la amabilidad que él demostró son inolvidables.

Su compasión por el valor inapreciable de la vida humana, y sus exhortaciones a ser testigos del llamado de Cristo a ayudar al necesitado sigue vivos aún en nuestros corazones.

El centro social, La Línea de La Esperanza, se inició en el sótano de la rectoría de la iglesia Santo Tomas de Aquino. Afortunadamente, ya existía al momento del incendio de Happy Land.

La Línea de La Esperanza continúa creciendo mientras sirve a las necesidades de muchos a través de los bancos de comida y ropa, orientación para la ciudadanía y programas de alfabetización.

El Centro Católico Carismático Hispano, fundado también por el primer Obispo hispano de Nueva York, se abrió en el 1899. Está junto a la Iglesia San Antonio de Padua y proveyendo renovación espiritual y ministrando a las necesidades de la comunidad hispana.

Exhorto a todos a orar por todas las vidas que se han perdido y por sus familiares y amigos que aún lloran sus pérdidas. Comprometámonos a servir a los que viven junto a nosotros y a atesorar el recuerdo de quienes nos enseñaron a amar a nuestro prójimo.

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